La burocracia 1 / La burocrazia 1

En tiempos de la dictadura militar, a mediados de 1973, un preso político uruguayo, Juan José Noueched, sufrió una sanción de cinco días: cinco días sin visita ni recreo, cinco días sin nada, por violación del reglamento. Desde el punto de vista del capitán que le aplicó la sanción, el reglamento no dejaba lugar a dudas. El reglamento establecía claramente que los presos debían caminar en fila y con ambas manos en la espalda. Noueched había sido castigado por poner una sola mano en la espalda.
Noueched era manco.
Había caído preso en dos etapas. Primero había caído su brazo. Después, él. El brazo cayó en Montevideo. Noueched venía escapando a todo correr cuando el policía que lo perseguía alcanzó a pegarle un manotón, le gritó: ¡Dése preso! y se quedó con el brazo en la mano. El resto de Noueched cayó un año y medio después, en Paysandú.
En la cárcel, Noueched quiso recuperar su brazo perdido.
Funcionario: Haga una solicitud.
Él explicó que no tenía lápiz.
Funcionario: Haga una solicitud de lápiz.
Entonces tuvo lápiz, pero no tenía papel:
Funcionario: Haga una solicitud de papel.
Cuando por fin tuvo lápiz y papel, formuló su solicitud de brazo. Al tiempo, le contestaron. Que no. No se podía: el brazo estaba en otro expediente. A él lo había procesado la justicia militar. Al brazo, la justicia civil. (Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, 1989)
Ai tempi della dittatura militare, verso la metà del 1973, un prigioniero politico uruguayano, Juan José Noueched, subì una sanzione di cinque giorni: cinque giorni senza visite e senza ora d’aria, cinque giorni senza niente, per aver violato il regolamento. Secondo il punto di vista del capitano che aveva applicato la sanzione, il regolamento non lasciava adito a dubbi. Il regolamento stabiliva chiaramente che i detenuti dovevano camminare in fila, con entrambe le mani dietro la schiena. Noueched era stato punito per aver messo una mano sola dietro la schiena.
Noueched era monco.
Era stato catturato in due volte. Prima il suo braccio. Poi lui. Il braccio era stato catturato a Montevideo. Noueched stava fuggendo di gran corsa quando il poliziotto che l’inseguiva riuscì ad appioppargli un ceffone e gli urlò: Sei in arresto! e si trovò col braccio in mano. Quello che rimaneva di Noueched fu catturato un anno e mezzo dopo, a Paysandú.
Una volta in carcere, Noueched volle ricuperare il braccio perduto.
Funzionario: Faccia un’istanza.
Lui spiegò che non aveva una matita.
Funzionario: Faccia istanza per una matita.
Così ebbe una matita, ma non aveva la carta.
Funzionario: Faccia istanza per la carta.
Quando alla fine ebbe carta e matita, fece istanza per avere il braccio. A tempo debito, gli risposero. No. Non si poteva: il braccio si trovava in un altro incartamento. Lui era stato processato dalla giustizia militare. Il braccio dalla giustizia civile.

Tradotto da Laura Ferruta
 

Dicen las paredes 5 / Dicono i muri 5

En la Facultad de Ciencias Económicas, en Montevideo: La droga produce amnesia y otras cosas que no recuerdo.
En Santiago de Chile a orillas del río Mapocho: Bienaventurados los borrachos, porque ellos verán a Dios dos veces.
En Buenos Aires, en el barrio de Flores: Una novia sin tetas más que novia es un amigo. (Eduardo Galeano, El libro de loz abrazos, 1989)
Alla facoltà di Scienze Economiche di Montevideo: La droga provoca amnesia e altre cose che non ricordo.
A Santiago del Cile, in riva al fiume Mapocho: Beati gli ubriachi, perché vedranno Dio due volte.
A Buenos Aires, nel quartiere Flores: Una fidanzata senza tette più che una fidanzata è un amico.

Tradotto da Laura Ferruta
 

El origen del mundo / L’origine del mondo

Hacía pocos años que había terminado la guerra de España y la cruz y la espada reinaban sobre las ruinas de la República. Uno de los vencidos, un obrero anarquista, recién salido de la cárcel, buscaba trabajo. En vano revolvía cielo y tierra. No había trabajo para un rojo. Todos le ponían mala cara, se encogían de hombros o le daban la espalda. Con nadie se entendía, nadie lo escuchaba. El vino era el único amigo que le quedaba. Por las noches, ante los platos vacíos, soportaba sin decir nada los reproches de su esposa beata, mujer de misa diaria, mientras el hijo, un niño pequeño, le recitaba el catecismo.
Mucho tiempo después, Josep Verdura, el hijo de aquel obrero maldito, me lo contó. Me lo contó en Barcelona, cuando yo llegué al exilio. Me lo contó: él era un niño desesperado que quería salvar a su padre de la condenación eterna y el muy ateo, el muy tozudo, no entendía a razones.
– Pero papá – dijo Josep, llorando -. Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?
– Tonto – dijo el obrero, cabizbajo, casi en secreto -. Tonto. Al mundo lo hicimos nosotros, los albañiles. (Eduardo Galeano, El libro de loz abrazos, 1989)
Erano passati pochi anni dalla fine della guerra di Spagna, e la croce e la spada regnavano sopra le rovine della Repubblica. Uno dei vinti, un operaio anarchico appena uscito dal carcere, cercava lavoro. Ma invano metteva sottosopra cielo e terra. Non c’era lavoro per i rossi. Tutti lo guardavano di brutto, si stringevano nelle spalle o si voltavano dall’altra parte. Nessuno lo capiva, nessuno lo ascoltava. L’unico amico che gli restava era il vino. La sera, davanti al piatto vuoto, sopportava senza dire nulla i rimproveri della moglie bigotta, donna di una messa al giorno, mentre il figlio, un bambino, gli recitava il catechismo.
Molto tempo dopo, Josep Verdura, il figlio di quell’operaio maledetto, me lo raccontò. Me lo raccontò a Barcellona, quando arrivai in esilio. Me lo raccontò: lui era un bimbo disperato che voleva salvare il padre dalla dannazione eterna, e quell’ateo, quel cocciuto, non sentiva ragioni.
– Ma babbo – gli disse Josep piangendo. – Se Dio non esiste, chi ha creato il mondo?
Stupido – rispose l’operaio a testa bassa, come chi confida un segreto. – Stupido. Il mondo lo abbiamo fatto noi, i muratori.

Tradotto da Laura Ferruta