A la salida del Infierno / Uscendo dall’Inferno

– Dante: Adiós, dulce maestro.
– Virgilio: ¡Cómo! ¿Y el Purgatorio? ¿Y el Paraíso?
– Dante: ¡Para qué! Quien conoció el Infierno ya no tiene ningún interés en el Purgatorio. Y respecto al Paraíso, sabe que es la ausencia de infierno.

FIN

(Marco Denevi, Falsificaciones, 1966)

– Dante: Addio dolce maestro.
– Virgilio: Ma come! E il Purgatorio? E il Paradiso?
– Dante: E perché? Chi ha conosciuto l’Inferno ormai non nutre nessun interesse per il Purgatorio. E in quanto al Paradiso, già sa che è l’assenza dell’inferno.

FINE

Tradotto da Mariella Galazzi
 

El emperador de la China / L’imperatore della Cina

Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado del difunto emperador. – ¿Veis? -dijo. – Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador. – El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase. (Marco Denevi, El emperador de la China y otros cuentos, 1959)
Quando l’imperatore Wu Ti morì nel suo vasto letto, nella parte più profonda del palazzo imperiale, nessuno se ne rese conto. Tutti erano troppo occupati ad obbedire ai suoi ordini. L’unico che lo venne a sapere fu Wang Mang, il primo ministro, uomo ambizioso che aspirava al trono. Non disse nulla e occultò il cadavere. Trascorse un anno di incredibile prosperità per l’impero. Finché, finalmente, Wang Mang mostrò al popolo lo scheletro pelato del defunto imperatore. – Vedete? -disse. – Per un anno un morto sedette sul trono. E chi realmente ha governato sono stato io. Merito essere l’imperatore. – Il popolo, compiaciuto, lo fece sedere sul trono e quindi lo uccise, affinché fosse tanto perfetto quanto il suo predecessore e la prosperità dell’impero proseguisse.

Tradotto da Laura Ferruta
 

Cuento de horror / Racconto dell’orrore

La señora Smithson, de Londres (estas historias siempre ocurren entre ingleses) resolvió matar a su marido, no por nada sino porque estaba harta de él después de cincuenta años de matrimonio. Se lo dijo:
-Thaddeus, voy a matarte.
-Bromeas, Euphemia -se rió el infeliz.
-¿Cuándo he bromeado yo?
-Nunca, es verdad.
-¿Por qué habría de bromear ahora y justamente en un asunto tan serio?
-¿Y cómo me matarás? -siguió riendo Thaddeus Smithson.
-Todavía no lo sé. Quizá poniéndote todos los días una pequeña dosis de arsénico en la comida. Quizás aflojando una pieza en el motor del automóvil. O te haré rodar por la escalera, aprovecharé cuando estés dormido para aplastarte el cráneo con un candelabro de plata, conectaré a la bañera un cable de electricidad. Ya veremos.
El señor Smithson comprendió que su mujer no bromeaba. Perdió el sueño y el apetito. Enfermó del corazón, del sisema nervioso y de la cabeza. Seis meses después falleció. Euphemia Smithson, que era una mujer piadosa, le agradeció a Dios haberla librado de ser una asesina. (Marco Denevi, Cartas peligrosas y otros cuentos, 1966)
La signora Smithson, di Londra (queste storie accadono sempre fra inglesi) decise di ammazzare suo marito per il solo motivo che era stanca di lui dopo cinquanta anni di matrimonio. Glielo disse:
-Thaddeus, ti ucciderò.
-Tu stai scherzando, Euphemia -rise l’infelice.
-Quando mai ho scherzato?
-Mai, è vero.
-Perché dovrei scherzare ora e proprio in una faccenda così seria?
-E come mi ucciderai? -continuò Thaddeus Smithson ridendo.
-Ancora non lo so. Magari mettendoti tutti i giorni una piccola dose di arsenico nel cibo. Magari allentando una parte del motore dell’automobile. Oppure ti farò rotolare per le scale, approfitterò di quando sei addormentato per sfondarti il cranio con un candelabro d’argento, collegherò un filo elettrico alla vasca da bagno. Poi vedremo.
Il signor Smithson comprese che sua moglie non scherzava. Perse il sonno e l’appetito. Si ammalò di cuore, al sistema nervoso e alla testa. Sei mesi dopo morì. Euphemia Smithson, che era una moglie compassionevole, ringraziò Dio di averle evitato d’essere un’assassina.

Tradotto da Laura Ferruta
 

El maestro tradicionado / Il maestro tradito

Se celebraba la última cena.
– ¡Todos te aman, oh Maestro! -dijo uno de los discípulos.
-Todos no -respondió gravemente el maestro-. Conozco a alguien que me tiene envidia y que en la primera oportunidad que se le presente me venderá por treinta dineros.
-Ya sé quién es -exclamó el discípulo-. También a mí me habló mal de ti.
-Y a mí -añadió otro discípulo.
-Y a mí, y a mí -dijeron todos los demas. Todos, menos uno que permanecía silencioso.
-Pero es el único -prosiguió el que había hablado primero-. Y para probártelo diremos a coro su nombre sin habernos puesto previamente de acuerdo.
Los discípulos, todos, menos aquel que se mantenía mudo, se miraron, contaron hasta tres y gritaron el nombre del traidor.
Las murallas de la ciudad vacilaron con el estrépito, porque los discípulos eran muchos y cada uno había gritado un nombre distinto.
Entonces el que no había hablado salió a la calle y, libre de remordimientos, consumó su traición. (Marco Denevi, Falsificaciones, 1966)
Si celebrava l’ultima cena.
– Tutti ti amano, oh Maestro! -disse uno dei discepoli.
– Non tutti -rispose gravemente il maestro. – Conosco qualcuno che mi invidia e che alla prima occasione che gli si presenti mi venderà per trenta denari.
– So chi è -esclamò il discepolo. – Anche a me ha parlato male di te.
– E a me -aggiunse un altro discepolo.
– E a me, e a me -dissero tutti gli altri. Tutti, meno uno che rimaneva silenzioso.
– Però è l’unico – continuò quello che aveva parlato per primo. – E per provartelo diremo in coro il suo nome senza esserci messi precedentemente d’accordo.
I discepoli, tutti meno quello che rimaneva muto, si guardarono, contarono fino a tre e gridarono il nome del traditore.
Le mura della città vacillarono con strepito poiché i discepoli erano molti e ciascuno aveva gridato un nome diverso.
Allora quello che non aveva parlato uscì in strada e, libero da rimorsi, consumò il suo tradimento.

Tradotto da Laura Ferruta