El pozo / Il pozzo

Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.
Veinte años después, mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.
En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior.
– Este es un mundo como otro cualquiera-, decía el mensaje.
(Luis Mateo Díez, Los males minores, 1993)
Mio fratello Alberto cadde nel pozzo quando aveva cinque anni.
Fu una di quelle tragedie familiari che solo il tempo e la circostanza di essere una famiglia numerosa alleviano.
Venti anni dopo, un giorno mio fratello Eloy attingeva acqua da quel pozzo a cui nessuno si era mai più affacciato.
Nel fondo scoprì una piccola bottiglia con al suo interno una carta.
– Questo è un mondo come qualunque altro-, diceva il messaggio.

Tradotto da Laura Ferruta
 

Destino / Destinazione

Recuerdo un viaje a Buenos Aires que terminó en Nueva York, otro a Lima que concluyó en Atenas, y uno a Roma que finalizó en Berlín.
Todos los aviones que tomo van a donde no deben, pero ya estoy acostumbrado porque, con frecuencia, salgo de casa hacia la oficina y me paso la mañana metido en un taxi que va y viene sin que yo pueda aventurar una dirección exacta.
Cuando regreso, por la tarde, nadie sabe nada de mi mujer ni de mis hijos y, cansado de seguir buscando mi propio rastro, me voy a dormir a un hotel.
Menos mal que, en esas ocasiones, es mi padre el que me encuentra. No sé lo que será de mí el día que me falte.
(Luis Mateo Díez, Los males minores, 1993)
Ricordo un viaggio a Buenos Aires che terminò a Nuova York, un altro a Lima che si concluse ad Atene, e uno a Roma che finì a Berlino.
Tutti gli aerei che prendo vanno dove non devono, ma ormai sono abituato perché frequentemente esco di casa per andare verso l’ufficio e passo la mattina in un taxi che va e viene senza che io possa azzardare una direzione esatta.
Quando ritorno, la sera, nessuno sa niente né di mia moglie né dei miei figli, e, stanco di continuare a cercare le mie orme, vado a dormire in un albergo.
Meno male che, in quelle occasioni, è mio padre quello che mi trova. Non so cosa sarà di me il giorno in cui mi venga a mancare.

Tradotto da Laura Ferruta
 

Cuento de horror / Racconto dell’orrore

La señora Smithson, de Londres (estas historias siempre ocurren entre ingleses) resolvió matar a su marido, no por nada sino porque estaba harta de él después de cincuenta años de matrimonio. Se lo dijo:
-Thaddeus, voy a matarte.
-Bromeas, Euphemia -se rió el infeliz.
-¿Cuándo he bromeado yo?
-Nunca, es verdad.
-¿Por qué habría de bromear ahora y justamente en un asunto tan serio?
-¿Y cómo me matarás? -siguió riendo Thaddeus Smithson.
-Todavía no lo sé. Quizá poniéndote todos los días una pequeña dosis de arsénico en la comida. Quizás aflojando una pieza en el motor del automóvil. O te haré rodar por la escalera, aprovecharé cuando estés dormido para aplastarte el cráneo con un candelabro de plata, conectaré a la bañera un cable de electricidad. Ya veremos.
El señor Smithson comprendió que su mujer no bromeaba. Perdió el sueño y el apetito. Enfermó del corazón, del sisema nervioso y de la cabeza. Seis meses después falleció. Euphemia Smithson, que era una mujer piadosa, le agradeció a Dios haberla librado de ser una asesina. (Marco Denevi, Cartas peligrosas y otros cuentos, 1966)
La signora Smithson, di Londra (queste storie accadono sempre fra inglesi) decise di ammazzare suo marito per il solo motivo che era stanca di lui dopo cinquanta anni di matrimonio. Glielo disse:
-Thaddeus, ti ucciderò.
-Tu stai scherzando, Euphemia -rise l’infelice.
-Quando mai ho scherzato?
-Mai, è vero.
-Perché dovrei scherzare ora e proprio in una faccenda così seria?
-E come mi ucciderai? -continuò Thaddeus Smithson ridendo.
-Ancora non lo so. Magari mettendoti tutti i giorni una piccola dose di arsenico nel cibo. Magari allentando una parte del motore dell’automobile. Oppure ti farò rotolare per le scale, approfitterò di quando sei addormentato per sfondarti il cranio con un candelabro d’argento, collegherò un filo elettrico alla vasca da bagno. Poi vedremo.
Il signor Smithson comprese che sua moglie non scherzava. Perse il sonno e l’appetito. Si ammalò di cuore, al sistema nervoso e alla testa. Sei mesi dopo morì. Euphemia Smithson, che era una moglie compassionevole, ringraziò Dio di averle evitato d’essere un’assassina.

Tradotto da Laura Ferruta
 

El maestro tradicionado / Il maestro tradito

Se celebraba la última cena.
– ¡Todos te aman, oh Maestro! -dijo uno de los discípulos.
-Todos no -respondió gravemente el maestro-. Conozco a alguien que me tiene envidia y que en la primera oportunidad que se le presente me venderá por treinta dineros.
-Ya sé quién es -exclamó el discípulo-. También a mí me habló mal de ti.
-Y a mí -añadió otro discípulo.
-Y a mí, y a mí -dijeron todos los demas. Todos, menos uno que permanecía silencioso.
-Pero es el único -prosiguió el que había hablado primero-. Y para probártelo diremos a coro su nombre sin habernos puesto previamente de acuerdo.
Los discípulos, todos, menos aquel que se mantenía mudo, se miraron, contaron hasta tres y gritaron el nombre del traidor.
Las murallas de la ciudad vacilaron con el estrépito, porque los discípulos eran muchos y cada uno había gritado un nombre distinto.
Entonces el que no había hablado salió a la calle y, libre de remordimientos, consumó su traición. (Marco Denevi, Falsificaciones, 1966)
Si celebrava l’ultima cena.
– Tutti ti amano, oh Maestro! -disse uno dei discepoli.
– Non tutti -rispose gravemente il maestro. – Conosco qualcuno che mi invidia e che alla prima occasione che gli si presenti mi venderà per trenta denari.
– So chi è -esclamò il discepolo. – Anche a me ha parlato male di te.
– E a me -aggiunse un altro discepolo.
– E a me, e a me -dissero tutti gli altri. Tutti, meno uno che rimaneva silenzioso.
– Però è l’unico – continuò quello che aveva parlato per primo. – E per provartelo diremo in coro il suo nome senza esserci messi precedentemente d’accordo.
I discepoli, tutti meno quello che rimaneva muto, si guardarono, contarono fino a tre e gridarono il nome del traditore.
Le mura della città vacillarono con strepito poiché i discepoli erano molti e ciascuno aveva gridato un nome diverso.
Allora quello che non aveva parlato uscì in strada e, libero da rimorsi, consumò il suo tradimento.

Tradotto da Laura Ferruta
 

La canción de Peronelle / La canzone di Peronelle

Desde su claro huerto de manzanos, Peronelle de Armentières dirigió al maestro Guillermo su primer rondel amoroso. Puso los versos en una cesta de frutas olorosas, y el mensaje cayó como un sol de primavera en la vida oscurecida del poeta.
Guillermo de Machaut había cumplido ya los sesenta años. Su cuerpo resentido de dolencias empezaba a inclinarse hacia la tierra. Uno de sus ojos se había apagado para siempre. Sólo de vez en cuando, al oír sus7 antiguos versos en boca de los jóvenes enamorados, se reanimaba su corazón. Pero al leer la canción de Peronelle volvió a ser joven, tomó su rabel, y aquella noche no hubo en la ciudad más gallardo cantor de serenatas.
Mordió la carne dura y fragante de las manzanas y pensó en la juventud de aquella que se las enviaba. Y su vejez retrocedió como sombra perseguida por un rayo de luz. Contestó con una carta extensa y ardiente, intercalada de poemas juveniles.
Peronelle recibió la respuesta y su corazón latió apresuradamente. Sólo pensó en aparecer una mañana, con traje de fiesta, ante los ojos del poeta que celebraba su belleza desconocida.
Pero tuvo que esperar hasta el otoño la feria de San Dionisio. Acompañada de una sirviente fiel, sus padres consintieron en dejarla ir en peregrinación hasta el santuario. Las cartas iban y venían, cada vez más inflamadas, colmando la espera.
En la primera garita del camino, el maestro aguardó a Peronelle, avergonzado de sus años y de su ojo sin luz. Con el corazón apretado de angustia, escribía versos y notas musicales para saludar su llegada.
Peronelle se acercó envuelta en el esplendor de sus dieciocho años, incapaz de ver la fealdad del hombre que la esperaba ansioso. Y la vieja sirviente no salía de su sorpresa, viendo cómo el maestro Guillermo y Peronelle pasaban las horas diciendo rondeles y baladas, oprimiéndose las manos, temblando como dos prometidos en la víspera de sus bodas.
A pesar del ardor de sus poemas, el maestro Guillermo supo amar a Peronelle con amor puro de anciano. Y ella vio pasar indiferente a los jóvenes que la alcanzaban en la ruta. Juntos visitaron las santas iglesias, y juntos se albergaron en las posadas del camino. La fiel servidora tendía sus mantas entre los dos lechos, y San Dionisio bendijo la pureza del idilio cuando los dos enamorados se arrodillaron, con las manos juntas, al pie de su altar.
Pero ya de vuelta, en una tarde resplandeciente y a punto de separarse, Peronelle otorgó al poeta su más grande favor. Con la boca fragante, besó amorosa los labios marchitos del maestro. Y Guillermo de Machaut llevó sobre su corazón, hasta la muerte, la dorada hoja de avellano que Peronelle puso de por medio entre su beso.
(Juan José Arreola, Bestiario, 1959)
Dal suo luminoso meleto Peronellle de Armentières inviò a Maestro Guillermo il suo primo rondel d’amore. Mise i versi in un cesto di frutti profumati, e il messaggio cadde come un sole di primavera nella vita oscura del poeta.
Guillermo de Machaut aveva già compiuto i sessant’anni. Il suo corpo carico di acciacchi cominciava a inclinarsi verso la terra. Uno dei suoi occhi si era spento per sempre. Solo di tanto in tanto, quando udiva i suoi antichi versi ulla bocca dei giovani innamorati, il suo cuore si rianimava. Ma quando lesse la canzone di Peronelle, ritornò ad essere giovane, prese il suo liuto e quella notte non vi fu nella città un più gagliardo cantore di serenate.
Morse la polpa dura e fragrante delle mele e pensò alla giovane età di colei che gliele aveva mandate. E la sua vecchiaia arretrò come ombra inseguita da un raggio di luce. Rispose con una lunga e ardente lettera intercalata con poemi giovanili.
Peronelle ricevette la risposta e il suo cuore batté forte. Pensò soltanto di presentarsi una mattina, col vestito da festa, davanti agli occhi del poeta che celebrava la sua bellezza sconosciuta. Ma dovette attendere fino all’autunno, fino alla festa di San Dionisio. Accompagnata da una fedele domestica, i suoi genitori consentirono a lasciarla andare in pellegrinaggio al santuario. Le lettere andavano e venivano, ogni volta più appassionate, riempiendo l’attesa.
Alla prima garitta del cammino, il maestro aspettava Peronelle, vergognoso dei suoi anni e del suo occhio senza luce. Con il cuore stretto dall’angoscia scriveva versi e note musicali per salutare il suo arrivo.
Peronelle si avvicinò avvolta nello splendore dei suoi diciotto anni, incapace di vedere la bruttezza dell’uomo che l’aspettava ansioso. E la vecchia domestica era piena di stupore al vedere come Maestro Guillermo e Peronelle passavano le ore recitando rondel e ballate, stringendosi le mani, tremando come due sposi promessi la vigilia delle nozze.
Nonostante l’ardire dei suoi poemi, Maestro Guillermo seppe amare Peronelle con amore puro di anziano. E lei vide passare indifferente i giovani che la raggiungevano lungo la strada. Insieme visitarono le sante chiese, e insieme alloggiarono nelle locande sul cammino. La fedele domestica stendeva le sue coperte fra i due letti, e San Dionisio benedisse la purezza dell’idilio quando i due innamorati si inginocchiarono con le mani giunte ai piedi del suo altare.
Ma, già sulla via del ritorno, in una sera risplendente e sul punto di separarsi, Peronelle concesse al poeta il suo più grande favore. Con bocca fragrante, baciò appassionata le labbra avvizzite del maestro. E Guillermo de Machaut portò sul suo cuore, fino alla morte, la foglia dorata di nocciolo che Peronelle aveva messo in mezzo con il suo bacio.

Tradotto da Laura Ferruta
 

Los bomberos / I pompieri

Olegario no sólo fue un as del presentimiento, sino que además siempre estuvo muy orgulloso de su poder. A veces se quedaba absorto por un instante, y luego decía: “Mañana va a llover”. Y llovía. Otras veces se rascaba la nuca y anunciaba: “El martes saldrá el 57 a la cabeza”. Y el martes salía el 57 a la cabeza. Entre sus amigos gozaba de una admiración sin límites.
Algunos de ellos recuerdan el más famoso de sus aciertos. Caminaban con él frente a la Universidad, cuando de pronto el aire matutino fue atravesado por el sonido y la furia de los bomberos. Olegario sonrió de modo casi imperceptible, y dijo: “Es posible que mi casa se esté quemando”.
Llamaron un taxi y encargaron al chofer que siguiera de cerca a los bomberos. Éstos tomaron por Rivera, y Olegario dijo: “Es casi seguro que mi casa se esté quemando”. Los amigos guardaron un respetuoso y afable silencio; tanto lo admiraban.
Los bomberos siguieron por Pereyra y la nerviosidad llegó a su colmo. Cuando doblaron por la calle en que vivía Olegario, los amigos se pusieron tiesos de expectativa. Por fin, frente mismo a la llameante casa de Olegario, el carro de bomberos se detuvo y los hombres comenzaron rápida y serenamente los preparativos de rigor. De vez en cuando, desde las ventanas de la planta alta, alguna astilla volaba por los aires.
Con toda parsimonia, Olegario bajó del taxi. Se acomodó el nudo de la corbata, y luego, con un aire de humilde vencedor, se aprestó a recibir las felicitaciones y los abrazos de sus buenos amigos.
(Mario Benedetti, La muerte y otras sorpresas, 1968)
Olegario non fu solo un asso del presentimento, ma fu anche molto orgoglioso del suo potere. Talvolta rimaneva per un istante assorto e poi diceva: “Domani va a piovere.” E pioveva. Altre volte si grattava la nuca e annunciava: “Martedì uscirà il 57”. E martedì usciva il 57. Tra i suoi amici godeva di un’ammirazione senza limiti.
Alcuni di loro ricordano il più famoso dei suoi successi. Camminavano con lui davanti alla Università quando improvvisamente l’aria mattutina fu attraversata dal suono e dalla furia dei pompieri. Olegario sorrise in modo quasi impercettibile e disse: ”E’ possibile che casa mia stia bruciando”.
Chiamarono un tassì e chiesero all’autista di seguire i pompieri dappresso. Questi presero Via Rivera e Oligario disse: “E’ quasi sicuro che casa mia stia bruciando”. Gli amici rimasero in rispettoso ed affettuoso silenzio; tanto lo ammiravano.
I pompieri proseguirono per Via Pereyra e il nervosismo raggiunse il suo culmine. Quando svoltarono nella via dove viveva Olegario, gli amici si fecero tesi nell’aspettativa. Alla fine, proprio di fronte alla fiammeggiante casa di Olegario, l’autopompa si fermò e i pompieri cominciarono rapidamente e serenamente a fare i preparativi d’obbligo. Di tanto in tanto dalle finestre del piano alto alcune schegge volavano nell’aria.
In tutta calma Olegario scese dal tassì. Si accomodò il nodo della cravatta e poi, con l’aria di umile vincitore, si apprestò a ricevere le congratulazioni e gli abbraci dei suoi buoni amici.

Tradotto da Laura Ferruta
 

Soy maestro / Sono maestro

SOY MAESTRO. Hace diez años que soy maestro de la Escuela Primaria de Tenancingo, Zacatecas. Han pasado muchos niños por los pupitres de mi escuela. Creo que soy un buen maestro. Lo creía hasta que salió aquel Panchito Contreras. No me hacía ningún caso, ni aprendía absolutamente nada: porque no quería. Ninguno de los castigos surtía efecto. Ni los morales, ni los corporales. Me miraba, insolente. Le rogué, le pegué. No hubo modo. Los demás niños empezaron a burlarse de mí. Perdí toda autoridad, el sueño, el apetito, hasta que un día ya no lo pude aguantar, y, para que sirviera de precedente, lo colgué del árbol del patio.
(Max Aub, Crímenes ejemplares, 1957)
SONO MAESTRO. Sono maestro alla Scuola Elementare di Tenancingo, Zacatecas, da dieci anni. Molti bambini sono passati nei banchi della mia scuola. Credo di essere un buon maestro. Lo credevo finché non spuntò fuori quel Panchito Contreras. Non mi prestava alcuna attenzione e non imparava assolutamente niente: perché non voleva. Nessun castigo faceva effetto. Né quelli morali né quelli corporali. Mi guardava, insolente. Lo supplicai, lo picchiai. Non ci fu verso. Gli altri bambini incominciarono a burlarsi di me. Persi ogni autorità, il sonno, l’appetito, finché un giorno non ne potei più, e perché servisse d’esempio, lo impiccai all’albero del cortile.

Tradotto da Laura Ferruta